Dios nos creó y nos amó desde el principio. Él nos amaba desde antes de que fuéramos conscientes de quiénes somos. El amor de Dios no tiene barreras físicas ni temporales. ¡Él nos ama desde siempre!
Cuando nos damos cuenta de que Dios nos ama y reconocemos su prueba de amor encarnada en Jesús, nuestra vida toma otra perspectiva. Nos sobrecoge una oleada de gratitud que nos lleva a preguntarnos qué hicimos para recibir tanto amor. Si buscamos una razón que se justifique en nosotros, no la encontraremos. ¡Dios eligió amarnos porque él es Dios!
Recibimos su amor gratuitamente y debemos reciprocarlo de la misma forma. Ama a Dios incondicionalmente. Corresponde el amor de Dios amándolo. Esa «vía doble» se llama relación. Amar y ser amado, esa es la relación que Dios quiere tener con nosotros.
Para corresponder el amor de Dios:
Ama a Dios (1 Crónicas 16:34 y Deuteronomio 6:5).
Ama a tu prójimo (Mateo 22:36-40 y 1 Juan 4:19-21).
Obedece su Palabra (Juan 14:15 y Juan 14:21).
Comparte su amor (Mateo 28:19-20 y Marcos 16:15).
¡Intenta amar a Dios de todas estas maneras, permanece en su amor! Él te ama y quiere estar a tu lado en todo momento.
Para orar:
¡Señor, es tan bueno recibir tu amor! Tu gracia me alcanzó y solo me queda agradecerte por este amor sublime. ¡Muchas gracias Padre! Amén.